Ya desde el siglo XIII se describe a Granada como ciudad de gran belleza y centro de cultura. Al contemplarla el viento nos trae a la memoria el recuerdo de las palabras de Al-Saqundi, que decía: «Granada es pasto de los ojos, elevación de las almas», o de Ibn Yuzayy que así hablaba de ella: «no tiene sentido prodigarse hablando de una ciudad tan renombrada», o de Al- Basit que la describía de esta forma: «Es lugar de reunión de personajes ilustres, de poetas, de científicos, de artistas; están en ella los mejores hombres de nuestro tiempo».
Su nombre actual proviene del árabe Medina Garnata, puesto en honor a la fruta del mismo nombre que allí abunda. Fue capital del antiguo reino de Granada, y en la actualidad es la octava urbe en población de España.
Entre sus barrios más antiguos cabe destacar el Albaicín, donde vivían los artesanos y la nobleza, o el Realejo, asentamiento de la población judía. También son de considerable interés el Sacromonte, Zaidín-Vergeles, la Chana, el Almanjáyar y la Cartuja.
Poblada por íberos, romanos, visigodos, beréberes, sirios, árabes y finalmente hispanos, es crisol de culturas, lo que sin duda se ve reflejado en su arquitectura y su patrimonio artístico. Esta riqueza histórica hace de ella un punto de encuentro turístico imprescindible.
“Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”.
Es muy probable que no existan unos versos más descriptivos, más sentidos y más conocidos que los de Francisco A. de Icaza. Es curioso recordar que, siendo aún adolescente Francisco A. de Icaza, su alma sensible de poeta le hiciera presentir el atractivo de Granada desde su lejano Méjico. «Se había creado la visión de un paraje mágico, de un lugar de ensueño, que un día iría a conocer: Granada. En cuanto pudo, a los veinte años, su primera peregrinación deslumbrada fue hacia aquí». Pero no sólo el encanto natural del paisaje abierto y monumental enamoró al escritor y diplomático, hubo una granadina, que cautivó el corazón perceptible de Icaza: Beatriz de León, hija y nieta de una estirpe de oficiales de Caballería, todos ellos maestrantes de Granada.
La Alhambra destila por cada una de las piedras de sus muros, magia, encanto y misterio. Muchos son los autores, en todas las expresiones artísticas y de todos los lugares, que se han quedado maravillados ante ella, plasmando en sus obras la excelencia e inspiración que les provoca.
La Alhambra, ciudad palatina andalusí, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, junto al Generalife, por el comité de la UNESCO, el 2 de noviembre de 1984. Cinco años más tarde, se añadió a esta denominación el Albaicín, que constituye uno de los barrios antiguos de Granada. Recientemente, la Alhambra ha sido propuesta para ser nombrada una de las 7 Maravillas del Mundo, pero quedó a las puertas. Sin embargo, por su extraordinaria belleza y su estado de conservación, bien pudiera crearse, para ella, la categoría de octava maravilla.
Tan reconocida es su fama a nivel mundial, tantos viajeros la visitan al año, y tanto se ha hablado y escrito ya sobre ella, sus estancias, rincones y jardines, que hasta sus leyendas contribuyen a su grandeza.
Historia:
Los árabes respetaron las ciudades y vías romanas ampliándolas y añadiéndole nuevas fundaciones. En el siglo IX existen noticias de construcciones en la colina de la Sabika, donde posteriormente se levantará la Alhambra, aunque se cree que ya en época romana e incluso antes debió haber alguna edificación. Tras la guerra civil que sucedió al Califato de Córdoba (1031), la capital de la hasta entonces provincia granadina, se traslada de Elvira a Granada, con el Reino de Taifa granadino de los Ziríes. Estos establecen su corte en la Alcazaba Cadima o Vieja, situada en el barrio del Albaicín.
A sus faldas existía un núcleo de población importante, fundamentalmente judía, en torno al cual se produce el desarrollo de la ciudad de Granada. El primer ministro Samuel ibn Nagrella, reconstruye las abandonadas edificaciones de la colina de la Sabika e instala en ella su Palacio.
En el siglo XII, las sucesivas oleadas de Almorávides y Almohades, ocasionan en Granada diversas luchas que tienen como escenario la Alcazaba del Albaicín y las construcciones que existían en la colina de la Sabika, sirviendo ésta de refugio unas veces a los partidarios locales andalusíes y otras a los invasores norte africanos.
Al-Ahmar, fundador de la Dinastía nazarí, se instala en 1238 en la Antigua Alcazaba del Albaicín, llamándole la atención las ruinas de la colina de la Alhambra. Decide así iniciar su reconstrucción e instalar en ella la sede de la corte, comenzando la edificación de la Alhambra que hoy conocemos.
La Alhambra fue palacio, ciudadela y fortaleza, residencia de los sultanes nazaríes y de los altos funcionarios, servidores de la corte y de soldados de élite; alcanza su esplendor en la segunda mitad del siglo XIV, coincidiendo con los sultanatos de Yusuf I (1333-1354) y el segundo reinado de Muhammad V (1362-1391).
Granada, capital del reino nazarí, va recibiendo paulatinamente poblaciones musulmanas a causa del avance de la conquista cristiana. La ciudad va creciendo, modificándose, creando nuevos barrios y ampliando las cercas y murallas prácticamente hasta su conquista al final del siglo XV.
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