Aún, la rana, mantenía sus extensas extremidades sobre el verde nenúfar. La Luna acariciaba su musgosa piel con destellos de hojalata. No quiso conocer el beso del príncipe de comedia, infame y presuntuoso figurante, pagado como el ortodoncista que creía ser. Y a mi me tocó poner otro ladrillo de alabastro.
Aquí me encuentro escribiendo a la luz del candil, de un candil urbano con trazas de modernidad, sin llama aparente, sin tinta, sin papel ...
Este es el nacimiento de un nuevo cuaderno de bitácora que aún tiene todas sus páginas en blanco. Ahora comenzaremos a surcar los mares de los que tras de sí dejaron su estela.
¡¡¡¡Pepeeeeeeee, que la rana habla!!!!!!!!
.....que es lo que deberia de extrañarnos...¿que la rana hable?..o...que hagamos un alto en nuestra vida tan agitada que llevamos,para escuchar que tanta falta nos hace para que exista una verdadera comunicación en este Planeta.
ResponderEliminarSaludos