AUTOR: Luís Santos
Cuando se cumplen 35 años de su lanzamiento, la sonda
Voyager 1 está llegando a los confines del sistema solar pero puede que no esté
tan cerca de la frontera como se pensaba hasta ahora. Así lo revela un estudio
que investigadores de la Universidad Johns Hopkins (EEUU) publican esta semana
en la revista Nature.
La investigación concluye que la sonda espacial Voyager 1,
lanzada el 5 de septiembre de 1977, no está tan cerca de la heliopausa (el
límite donde desaparece el viento solar y comienza el medio interestelar) como
consideraban los científicos.
La Voyager 1 está ahora en la heliofunda –la región anterior
a la heliopausa– donde el viento solar disminuye y se empiezan a manifestar los
efectos del medio interestelar. En esta zona de transición es en la que se
supone que el plasma solar se desvía de su trayectoria radial a otra
meridional.
Pero desde 2011, la sonda Voyager 1 se fue reorientando
periódicamente para medir este flujo norte-sur, y los resultados muestran que
no existe viento meridional significativo. Los nuevos datos indican que, al
contrario de lo que se pensaba, la sonda no está a punto de cruzar la frontera
del sistema solar.
La investigación, dirigida por Robert Decker, sugiere que
nuestro conocimiento de los límites del sistema solar debería ser
reconsiderado, y apunta también que quizá sea necesaria una nueva formulación
teórica de la interacción del viento solar con el medio interestelar.
La Voyager 1 se encuentra actualmente a casi 120 Unidades
Astronómicas del Sol (una Unidad Astronómica equivale a la distancia entre la
Tierra y el Sol, unos 150 millones de kilómetros). La nave fue lanzada como
parte de la misión interestelar Voyager, junto con la sonda Voyager 2, hace
justo ahora 35 años.
Todos los mundos unidos en el amor a la música |
Inicialmente, la misión de estas dos sondas era la
exploración de Júpiter y Saturno, y después de diversos descubrimientos en
estos planetas, el proyecto se prorrogó. La sonda Voyager 2 exploró además
Urano y Neptuno, y posteriormente las dos continuaron su viaje para conocer
mejor las fronteras del sistema solar.
Ambas sondas llevan consigo un disco de oro con una
selección de hora y media de duración de música proveniente de varias partes y
culturas del mundo, saludos en 55 idiomas humanos, un saludo del entonces
Secretario General de las Naciones Unidas y el ensayo Sonidos de la Tierra, que
es una mezcla de sonidos característicos del planeta. También contiene 115
imágenes (+1 de calibración) donde se explica en lenguaje científico la
localización del Sistema Solar, las unidades de medida que se utilizan,
características de la Tierra y características del cuerpo y la sociedad humana.
Este disco fue ideado por un comité científico presidido por el astrónomo Carl
Sagan quien, refiriéndose al mensaje, asegura que su objetivo principal no es
el ser descifrado, por el hecho de que su simple existencia pone de manifiesto
la existencia de los humanos, así como sus esfuerzos por contactar a otras
especies inteligentes que pudiesen existir fuera del Sistema Solar.
Gary Flandro |
El primero en darse cuenta de las posibilidades prácticas de
esta alineación planetaria fue Gary Flandro, un posgraduado del laboratorio JPL
de la NASA. Flandro se basó a su vez en los estudios de Michael Minovich, un
científico del JPL que en 1961 había detallado cómo llevar a cabo una misión a
Mercurio utilizando la asistencia gravitatoria de Venus, esquema que finalmente
sería usado por la sonda Mariner X . Minovich también había estudiado en 1962
posibles misiones a los planetas exteriores y había llegado a la conclusión de
que se podía lanzar una sonda a varios planetas exteriores en las ventanas de
1962-1966 y 1976-1980. En 1964, Flandro refinó los cálculos de Minovich y se
dio cuenta de que una sola sonda lanzada en 1976-1978 podría visitar los cuatro
planetas exteriores, o bien varias combinaciones de los mismos además de
Plutón. La última vez que los planetas se habían alineado de forma parecida fue
en 1801. Para apreciar el alcance del descubrimiento, hay que tener en cuenta
que una misión sin asistencia gravitatoria que use métodos de propulsión
convencionales tardaría ni más ni menos que treinta años en llegar a Neptuno. Y
sin embargo, usando esta maniobra, aprovechando la atracción gravitatoria sólo
necesitaría doce. Flandro no daba
crédito: la naturaleza había puesto a los planetas exteriores al alcance de la
humanidad. Y durante unos días fue la única persona en el mundo que lo sabía.
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