sábado, 22 de septiembre de 2012

El límite del Sistema Solar se le resiste a la Voyager




AUTOR: Luís Santos

Cuando se cumplen 35 años de su lanzamiento, la sonda Voyager 1 está llegando a los confines del sistema solar pero puede que no esté tan cerca de la frontera como se pensaba hasta ahora. Así lo revela un estudio que investigadores de la Universidad Johns Hopkins (EEUU) publican esta semana en la revista Nature.

La investigación concluye que la sonda espacial Voyager 1, lanzada el 5 de septiembre de 1977, no está tan cerca de la heliopausa (el límite donde desaparece el viento solar y comienza el medio interestelar) como consideraban los científicos.



La Voyager 1 está ahora en la heliofunda –la región anterior a la heliopausa– donde el viento solar disminuye y se empiezan a manifestar los efectos del medio interestelar. En esta zona de transición es en la que se supone que el plasma solar se desvía de su trayectoria radial a otra meridional. 


Pero desde 2011, la sonda Voyager 1 se fue reorientando periódicamente para medir este flujo norte-sur, y los resultados muestran que no existe viento meridional significativo. Los nuevos datos indican que, al contrario de lo que se pensaba, la sonda no está a punto de cruzar la frontera del sistema solar.

La investigación, dirigida por Robert Decker, sugiere que nuestro conocimiento de los límites del sistema solar debería ser reconsiderado, y apunta también que quizá sea necesaria una nueva formulación teórica de la interacción del viento solar con el medio interestelar.

La Voyager 1 se encuentra actualmente a casi 120 Unidades Astronómicas del Sol (una Unidad Astronómica equivale a la distancia entre la Tierra y el Sol, unos 150 millones de kilómetros). La nave fue lanzada como parte de la misión interestelar Voyager, junto con la sonda Voyager 2, hace justo ahora 35 años.

Todos los mundos unidos en el amor a la música
Inicialmente, la misión de estas dos sondas era la exploración de Júpiter y Saturno, y después de diversos descubrimientos en estos planetas, el proyecto se prorrogó. La sonda Voyager 2 exploró además Urano y Neptuno, y posteriormente las dos continuaron su viaje para conocer mejor las fronteras del sistema solar.
Ambas sondas llevan consigo un disco de oro con una selección de hora y media de duración de música proveniente de varias partes y culturas del mundo, saludos en 55 idiomas humanos, un saludo del entonces Secretario General de las Naciones Unidas y el ensayo Sonidos de la Tierra, que es una mezcla de sonidos característicos del planeta. También contiene 115 imágenes (+1 de calibración) donde se explica en lenguaje científico la localización del Sistema Solar, las unidades de medida que se utilizan, características de la Tierra y características del cuerpo y la sociedad humana. Este disco fue ideado por un comité científico presidido por el astrónomo Carl Sagan quien, refiriéndose al mensaje, asegura que su objetivo principal no es el ser descifrado, por el hecho de que su simple existencia pone de manifiesto la existencia de los humanos, así como sus esfuerzos por contactar a otras especies inteligentes que pudiesen existir fuera del Sistema Solar.

Gary Flandro
El primero en darse cuenta de las posibilidades prácticas de esta alineación planetaria fue Gary Flandro, un posgraduado del laboratorio JPL de la NASA. Flandro se basó a su vez en los estudios de Michael Minovich, un científico del JPL que en 1961 había detallado cómo llevar a cabo una misión a Mercurio utilizando la asistencia gravitatoria de Venus, esquema que finalmente sería usado por la sonda Mariner X . Minovich también había estudiado en 1962 posibles misiones a los planetas exteriores y había llegado a la conclusión de que se podía lanzar una sonda a varios planetas exteriores en las ventanas de 1962-1966 y 1976-1980. En 1964, Flandro refinó los cálculos de Minovich y se dio cuenta de que una sola sonda lanzada en 1976-1978 podría visitar los cuatro planetas exteriores, o bien varias combinaciones de los mismos además de Plutón. La última vez que los planetas se habían alineado de forma parecida fue en 1801. Para apreciar el alcance del descubrimiento, hay que tener en cuenta que una misión sin asistencia gravitatoria que use métodos de propulsión convencionales tardaría ni más ni menos que treinta años en llegar a Neptuno. Y sin embargo, usando esta maniobra, aprovechando la atracción gravitatoria sólo necesitaría doce.  Flandro no daba crédito: la naturaleza había puesto a los planetas exteriores al alcance de la humanidad. Y durante unos días fue la única persona en el mundo que lo sabía.

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