domingo, 4 de noviembre de 2012

La capacidad cerebral que usamos





¿Cuántas veces hemos escuchado decir que el ser humano solo utiliza el 10% de su cerebro, y que si utilizáramos el 100% del mismo seríamos seres superdotados?. ¿Qué capacidad usamos realmente?

Pues sí, lo hemos escuchado hasta la saciedad, de tal modo que la mayoría de la gente aún sigue creyendo que usamos sólo ese 10 %  y buena parte de ellos lo toman como un dato real. 

Afortunadamente, para nosotros, usamos el 100% de nuestra capacidad. Si, como lo oís, el 100%.
El cerebro está compuesto por una células llamadas neuronas. Estas interactúan entre sí formando 
distintos circuitos neuroeléctricos y, dependiendo de la acción que realicemos en un determinado momento (leer, escuchar música, caminar, etc..) se conectan unas u otras áreas del cerebro, así como se "accionan" diferentes circuitos cerebrales.

Cuando se comenta que una persona es muy inteligente o sabia, creemos que esa persona usa más capacidad cerebral, pero usa la misma que cualquier otra persona. La diferencia no es de capacidad o cuantía, sino de cociente  intelectual, que es la capacidad que cada uno posee aprender y desarrollar diferentes procesos intelectuales.

También es cierto que cada individuo puede potenciar esas habilidades intelectuales con diferentes ejercicios mentales, tales como hacer crucigramas, sudokus, problemas matemáticos, estudio….
Para los que, después de haber leído hasta aquí, aún crean que usamos menos capacidad cerebral, comentarles que  si esa afirmación fuera cierta, cualquier pequeña lesión cerebral produciría inmediatamente la muerte, y esto no sucede así. Nadie puede vivir con una actividad del 10%.

Este mito urbano parece que surge de la mala interpretación de varios autores científicos. Uno de ellos, el fisiólogo francés Pierre Flourens (siglo XIX), investigando la forma en que se organiza la información en el cerebro, descubrió que el de  las ratas de laboratorio que sufrían daños cerebrales menores, podían recuperarse, asimilando la parte sana las funciones de las partes dañadas, pensando este científico, erróneamente, que había zonas del cerebro que no eran utilizadas.

Hoy sabemos de la plasticidad del cerebro y de cómo este intenta, en la medida de lo posible y siempre que no haya un daño mayor, asumir las tareas y funcionalidades de esas zonas dañadas.

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